Radio

Telesur en vivo

SI DESEAS VER EL CANAL APAGA LA RADIO EN EL BOTON DE ELLA CUADRADO PRENDE ESTE REPRODUCTOR
COMUNICATE con CONAICOP +59896901566

LAS* " *MUJERES* *DE* *CONSUELO* "



*LAS* " *MUJERES* *DE* *CONSUELO* "

Hoy, 25 de noviembre, es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, establecido con la necesidad de honrar la memoria de las hermanas Mirabal, tres activistas políticas de la República Dominicana que fueron brutalmente asesinadas en 1960 por orden del gobernante dominicano, Rafael Trujillo (1930-1961).

Hecha la mención pertinente, aprovecho la jornada para hablar de un tema muy difícil y que corresponde a nuestra área de estudio: las víctimas de la violencia sexual ejercida por las tropas japonesas durante la Gran Guerra de Asia Oriental. No es un tema sobre el que me guste escribir, pero había que hacerlo.

En el fondo de la imagen, pueden verse las ruinas de la denominada “Casa Roja”. En la terrible noche del 23 de noviembre de 1944, esa casa se convirtió en el escenario de un ataque sexual masivo, en el que 100 mujeres y niñas filipinas fueron encerradas y violadas salvajemente por soldados del Imperio del Japón.

Esa noche, las ancianas de la foto eran niñas, algunas de hasta 8 años. Según Isabelita Vinuya (la que sostiene un retrato), los japoneses bombardearon, saquearon e incendiaron el pueblo de Mapaniqui, no muy lejos de Manila, sospechando que era un refugio de la guerrilla filipina. Los soldados japoneses capturaron a todos los hombres, los "ataron a postes" y los "ametrallaron". Maria Lalu Quilantang (a la derecha de Isabelita), dice haber presenciado la castración de su padre y el "embutido" de su pene en su boca como un cigarro. Las mujeres contaron cómo, a la vista de sus familias, los hombres asesinados fueron amontonados y quemados en el patio de una escuela.

No existe en el lenguaje palabra que defina los actos que presenciaron y padecieron aquellas niñas, y cualquier adjetivación se quedaría corta.

Durante el período colonial y de expansión japonesa en Asia y las islas del Pacífico (1930-1945), miles de mujeres, conocidas en todo el mundo como “ianfu” o “mujeres de consuelot” (curioso eufemismo), fueron víctimas de abuso sexual por parte de las tropas japonesas. El ochenta por ciento de las mujeres eran coreanas y el restante eran chinas, filipinas, indonesias y holandesas.

Se calcula que el número de "mujeres de consuelo" (o "confort") osciló entre 50.000 y 200.000. Estas mujeres fueron objeto de violaciones masivas, abortos forzados, humillaciones y todo tipo de violencia sexual que les provocó mutilaciones, muertes y suicidios.

A medida que la guerra avanzaba, también lo hacían las “estaciones de consuelo”. La esclavitud sexual por parte de los militares japoneses se convirtió en uno de los casos más emblemáticos de trata de personas con fines de explotación sexual durante el siglo XX.

Ha pasado casi un siglo desde que las primeras mujeres fueron obligadas a la esclavitud sexual para el Japón imperial, pero los detalles de su servidumbre siguen siendo dolorosos y políticamente divisivos en Japón y los países que alguna vez ocupó. Los registros de la subyugación de las mujeres son escasos; hay muy pocas supervivientes y se estima que el noventa por ciento de las “mujeres de consuelo” no sobrevivieron a la guerra.

Aunque existieron burdeles militares en el ejército japonés desde 1932, se expandieron ampliamente después de uno de los incidentes más infames en el intento del Japón imperial de apoderarse de China: la masacre de Nanking. El 13 de diciembre de 1937, las tropas japonesas desataron un infierno de seis semanas que prácticamente destruyó la ciudad y, en el camino, las tropas japonesas violaron entre 20.000 y 80.000 mujeres chinas.

Las violaciones masivas horrorizaron al mundo y el emperador Showa estaba preocupado por su impacto en la imagen de Japón. Al respecto, la doctora Carmen M. Argibay (ex jueza de la Corte Suprema de Justicia de la Argentina y del Tribunal Penal Internacional), investigó y determinó que se ordenó a los militares ampliar las “estaciones de consuelo”, en un esfuerzo para prevenir nuevas atrocidades, reducir las enfermedades de transmisión sexual y garantizar un grupo estable para satisfacer los apetitos sexuales de los soldados japoneses. 

“Reclutar” mujeres para los burdeles equivalía a secuestrarlas o coaccionarlas. Las mujeres fueron detenidas en las calles de los territorios ocupados por los japoneses, convencidas de viajar a lo que pensaban que eran unidades de enfermería, labores de retaguardia o compradas a sus padres como sirvientas.

Una vez que estuvieron en los burdeles, las mujeres fueron obligadas a tener relaciones sexuales con sus captores en condiciones brutales e inhumanas. Aunque la experiencia de cada mujer fue diferente, sus testimonios comparten muchas similitudes: violaciones repetidas que aumentaron antes de las batallas, dolor físico agonizante, embarazos, enfermedades de transmisión sexual y condiciones desoladoras.

El final de la Segunda Guerra Mundial no acabó con los burdeles militares en Japón. En 2007, periodistas de Associated Press descubrieron que las autoridades de los Estados Unidos permitieron que las "estaciones de consuelo" operaran tiempo después del final de la guerra y que decenas de miles de mujeres en los burdeles tuvieron relaciones sexuales con hombres estadounidenses hasta que el general Douglas MacArthur ordenó cerrarlos en 1946.

En 1994 el gobierno del Japón creó el “Fondo de Mujeres Asiáticas” para distribuir indemnizaciones a las mujeres víctimas de explotación sexual en Corea del Sur, Filipinas, Taiwán, Países Bajos e Indonesia. China y Corea del Norte fueron fueron alcanzadas por el fondo.

Aproximadamente 5 millones de dólares fue donado por el pueblo del Japón y un total de 40 millones salieron de las arcas del gobierno. A cada mujer sobreviviente se le entregó una disculpa firmada por el primer ministro que decía: "Como primer ministro de Japón, extiendo nuevamente mis más sinceras disculpas y remordimiento a todas las mujeres que sufrieron inconmensurables y dolorosas experiencias y padecieron incurables heridas físicas y psicológicas como “mujeres de consuelo”. Las mujeres de la foto no fueron indemnizadas, ya que las violadas en la “Casa Roja” no calificaban como “mujeres de confort”, por no haber sido “cautivas por un tiempo prolongado”.

Japón estaba, y sigue estando, profundamente dividido sobre este tema. Algunos progresistas creen que los líderes japoneses deberían continuar investigando sobre el tema y ofrecer una disculpa formal. Los conservadores de derecha japoneses se oponen sobre la base de que se intenta resolver un "problema inexistente". Algunos han ido tan lejos como para eliminar cualquier mención a las “mujeres de consuelo”, mientras que otros las consideraron un "mal necesario", una parte inevitable de la guerra.

Pero la realidad es que lejos está el dinero, las disculpas oficiales, o incluso el reconocimiento histórico, de resarcir a las pocas víctimas supervivientes del sistema de esclavitud sexual montado por las tropas japonesas. Dijo Francia Aga Buco (centro): "Ninguna cantidad de dinero puede borrar los recuerdos. El dinero se desvanece, pero los recuerdos horribles no. Duran para siempre". "No olvidaremos lo que pasó esa noche hasta el día de nuestra muerte. Se ha grabado en nuestros corazones para siempre".


No hay comentarios:

Publicar un comentario